AMOR SIN MARCHA ATRÁS.
Querido Manolo, no te asustes cuando recibas esta carta, no es una multa de tráfico. Ya ves, es mía.
De antemano te digo que te quiero, que me preocupas y que eres el único hombre de mi vida. Pero hijo, tienes algunas cosas que me inflan las narices. ¡Me da un coraje!.
Yo comprendo que eres mecánico y tu profesión te encanta, pero a veces podías olvidarlo, porque casi siempre te pasas tres pueblos.
Si, ya sé que es tu forma de hablar y que no pretendes más que alegrarme las pajaritas, pero yo ¡qué quieres que te diga!, necesitaría hacer un cursillo, o por lo menos tener un manual del usuario, por que, a veces, me pierdo.
Me da mucha rabia que, como estoy un poco gorda, me llames “tu pequeño monovolumen”, y me digas que te encantan mis michelines y que mi carrocería es muy consistente. Si me pongo un vestido de tu agrado me aseguras que mi tapicería es la mejor y me marca las curvas al milímetro, que eso te pone a cien por hora y se te sale el líquido de frenos por lo que te resbalan los cojinetes y puede pasar cualquier cosa.
Cuándo hacemos el amor, ¡ni te cuento!. Con un suspiro me pides que me desabroche el cinturón y desembrague pues vas a meter la primera. Enseguida me gritas: ¡acelera, acelera, que voy en directa!. ¡Por favor, Manolo!. Yo te ruego, entonces, que vayas más despacio, pero tú me contestas que no puedes cambiar la velocidad porque vas a toda potencia y si frenas de repente, derrapas, patinas y te desinflas. ¡Mira qué romántico el señorito!. Después, en lugar de declararme tu amor, me juras que soy tu reposacabezas, el faro que te alumbra en la oscuridad y que mis pechos son tus amortiguadores. ¡Vamos para morirme!.
Cuando llegas cansado y hambriento del taller, me haces saber que tienes que repostar pues vienes con el depósito vacío y necesitas echarle gasofa para seguir la marcha.
¡Y claro! Como yo soy una mujer todo-terreno que lo mismo vale para un roto que para un descosido, te pongo delante un plato de cocido que te infla, te deja en punto muerto y se te cruzan los cables, por lo que tienes que echarte un sueñecito en el sillón abatible, antes de comenzar la ruta de tarde. Y, aún así, necesitas un empujón para arrancar.
Manolillo, ¿sabes?. Estoy un poco preocupada, últimamente has adelgazado mucho y te estas quedando en el chasis, se te agota la batería en seguida. Un día de estos voy a llevarte a que te hagan una revisión y si es necesario te pongan a punto, porque, chato, a mí también me gusta que tú funciones a tope. ¡No quiero que me dejes tirada a la primera de cambio!. ¡Manolo mío, tú eres el motor de mi vida. Mí guía!
¿Te das cuenta?. ¡Ya me has pegado tu lenguaje!. Y es que dos que duermen en un mismo colchón... Y nosotros dormimos muy, pero que muy juntitos!. Las cadenas que nos unen no se rompen tan fácilmente. ¡Bueno anda! Háblame como prefieras, que yo te quiero tanto, que con solo un roce de tus manos, se me funden los fusibles y provocas en mí un cortocircuito de padre y muy señor mío. ¡Ay, Dios mío, me parece que a los dos nos falta un tornillo!. Pero no daremos nunca marcha atrás ¿verdad?.
Te amo, te deseo, te quiero mecánico de mi alma, mi Manolo, el que revoluciona mis sentidos Hasta mi nombre: Mercedes, te gusta a rabiar. ¿A qué sabes muy bien aquello de: “si tu me dices Benz, lo dejo todo...” ¿Te acuerdas cuando éramos novios?. ¡Igualito, igualito que ahora, corazón mío!.
Parece que no hubiéramos hecho aún el rodaje de nuestro amor y nos estrenamos cada día como un coche recién salido del concesionario. Te quiero y lo nuestro es un seguro a todo riesgo para siempre, pues ni los baches de la vida, ni los desguaces podrán separarnos nunca jamás. Amor, mi Lolillo. Soy tuya como tú eres mío. MERCH.